Desde pequeños tus padres, tus tutores y el entorno al que perteneces te implantan una serie de pensamientos, o como yo lo llamo: “Una Serie de Creencias”. Estas creencias, en la mayoría de ocasiones, se convierten en tu realidad, se convierten en tu “Verdad Absoluta”.
“No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría” – Jean Cocteau.
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¿Cuántas veces te han dicho que algo es imposible? ¿O que tú no puedes conseguir cierto objetivo?
Es cierto que no puedes lograr todo lo que deseas pero si más de lo que imaginas. Por ejemplo, tú no puedes conseguir erradicar la pobreza en el mundo por más que lo desees. Sin embargo, si que puedes cambiarte a ti mismo para alcanzar una meta que visualizas como “Imposible”.
Te voy a contar cómo...
El 6 de mayo de 1954 caía una de las barreras más míticas del atletismo: los cuatro minutos en la milla (1.609 metros), la prueba clásica del medio fondo. El protagonista de la hazaña fue un joven estudiante de medicina, Roger Bannister.
Bannister era hijo de una familia adinerada, que se educó en algunas de las mejores escuelas de Inglaterra. Compaginó el atletismo con sus estudios de medicina en la Universidad de Oxford.
Obtuvo varias medallas en su carrera como atleta. Pero su hazaña más importante y por la que es más conocido la realizó un 6 de mayo de 1954. Fue en el transcurso de un encuentro atlético que tuvo lugar en las pistas de Iffley Road en Oxford. Había 3.000 espectadores presenciando la prueba, y Bannister logró la victoria en la milla con un tiempo de 3:59,4 siendo el primer hombre en la historia en bajar de los 4 minutos.
La hazaña de Bannister pasó a ser conocida como la “milla milagro”. Los expertos en el campo de la medicina y el deporte decían que si bajabas de 4 minutos, el riesgo de que tuvieras un paro cardíaco aumentaba considerablemente. Sin embargo esto formaba parte del mito que rodeaba a esta prueba. Un mito propagado por los periodistas y comentaristas deportivos, y se debía más a ser un “número redondo” que a un análisis técnico detallado.
Solo 46 días después, el 21 de junio de 1954, el récord de Bannister fue batido en Turku, Finlandia. El afortunado fue el australiano Jonh Landy, que corrió la distancia en 3:58,0.
“La realidad viene modulada por nuestras creencias”. Por eso, debes tener un especial cuidado con las creencias o pensamientos que hay implantados en el mundo.
Si alguien te dice que no hay trabajo, que no hay empleo, que tú no puedes lograr una meta que te has propuesto; también que no puedes ser rico porque naciste pobre; que no puedes ascender de sueldo porque no tienes estudios superiores; te dicen que el dinero es malo y quien va en busca de él no es honrado ni buena persona… “Por favor, escoge muy bien a quien dejas echar basura en tu mente”.
Estas afirmaciones solo son ciertas cuando te las crees, cuando no confías en ti mismo, cuando no crees que puedes lograrlo.
Miseria Psicologica = Miseria Económica.
¿Crees que si alguien no hubiera batido récords antes en esa milla milagro, la siguiente persona se lo habría planteado?
Puedes llegar donde desees, no necesitas ver a alguien haciéndolo para así animarte.
Hace un tiempo la ciudad de Boston fue el escenario de un terrible atentado. Los hermanos Tsarnaev sembraban el pánico en los últimos metros del maratón más antiguo del mundo con la explosión de dos artefactos caseros que sesgaron la vida de cuatro personas e hirieron a casi 300. Ese 15 de abril de 2013 sería la última vez que el Hoyt Team corriera el Maratón de Boston tras 31 años seguidos cruzando su línea de meta. La detonación les dejó a escasos kilómetros del final soñado.
A muchos el Hoyt Team les sonará más bien poco o nada. Sin embargo, su historia es uno de los relatos de superación más admirables que ha protagonizado el ser humano. Dick y Rick Hoyt son un padre y un hijo que desde 1977 han participado juntos en más de 1.000 carreras. Y eso no es lo más excepcional. Lo realmente asombroso de la historia del Hoyt Team comienza en 1962 cuando nace Rick. El parto se complicó. El cordón umbilical se enrolló en el cuello del pequeño provocando una falta de oxígeno y con ello, una parálisis cerebral.
Los expertos en el campo aventuraron que Rick quedaría en estado vegetativo el resto de su vida. No obstante, Dick y su madre Judy, desoyeron a los doctores. Comenzaron una carrera de obstáculos para proporcionarle a Rick una vida como la de cualquier otro niño. “Los médicos nos dijeron que desistiéramos, que Rick nunca se desarrollaría”, cuenta el cabeza de familia de los Hoyt en un documental que narra sus vidas.
Tras mucho pelear, Dick y Judy consiguieron que en 1975 su hijo fuera admitido en la escuela pública de Boston. Un año antes unos científicos de la Universidad de Tuft desarrollaron un ordenador con el que Rick podía expresarse libremente. En ese momento, Rick Hoyt les explicó a los médicos, con un humor muy irónico, que entendía perfectamente lo que decían. Fue un gran avance para la historia ya que Dick Hoyt, sin ser médico, les dio una lección empírica a estos “sabelotodo”. A partir de ese instante, se empezó a estudiar el desarrollo mental y físico de las personas en estado vegetal con mucha más profundidad.
Las primeras palabras de Rick no fueron “hola papá o te quiero mamá” sino “¡Vamos Bruins!”, –el equipo de hockey de Boston que ese año disputaba las finales de la Stanley Cup-. Con ello, sus padres pronto se dieron cuenta del amor que profesaba su hijo hacia el deporte.
Poco después, en 1977, un compañero de clase de Rick sufrió un accidente jugando a Lacrosse que le dejó paralítico. El colegio organizó una carrera benéfica para recaudar fondos. Rick, a través de su ordenador, le pidió un favor a su padre: “¿Papá, correrías conmigo una carrera de cinco millas?”. Dick, un teniente coronel retirado de la Guardia Nacional Aérea de Estados Unidos, no pudo negarse. Empujó a su pequeño hasta cruzar la meta junto al último clasificado. “Ese día Rick me dijo que no se había sentido un discapacitado”, relata el progenitor. No necesitó escuchar más.
Nacía el Hoyt Team.
Los retos cada vez fueron mayores y un día el hijo volvió a preguntar: “¿Papá, correrías un maratón conmigo?”, recibiendo otra afirmación por respuesta. En 1981 padre e hijo formaban en la línea de salida de su primer Maratón de Boston. No fue fácil. Eran tiempos distintos a los de ahora. “Al principio nadie nos hablaba. No querían estar junto a Rick y su silla de ruedas, pero mi hijo se sentía como un atleta más”, cuenta Dick. Jamás imaginó por aquel entonces que poco tiempo después la gente haría cola por saludar al increíble Rick y que padre e hijo recorrerían el país dando charlas motivacionales.
La fama y el espíritu de superación del Hoyt Team no conocía límites.
“¿Papá, correrías un triatlón conmigo?”, fue el siguiente reto.
Ya pueden imaginar la respuesta de Dick, quien tuvo que aprender a nadar y volver a montar en bicicleta, algo que no hacía desde los seis años. Desde entonces, el padre de los Hoyt ha empujado y tirado de su hijo por todo el país, pasando sobre miles de líneas de meta. Cuando toca nadar, Rick está en una pequeña y pesada balsa. Si Dick pedalea, su hijo viaja sujeto en un asiento colocado en el frontal de la bicicleta. En el momento de correr el padre empuja una silla de ruedas en la que su primogénito siente la libertad como cualquier otro atleta.
Los números de sus logros son la demostración perfecta del espíritu de superación de los Hoyt. Más de 1.000 carreras juntos, 247 triatlones, 6 Iron Man ó 70 maratones –entre ellos 31 en Boston, su ciudad natal-, son sólo algunas cifras. Pero los logros de Rick no se quedan en el asfalto. Los Hoyt, empeñados en llevar la contraria a los médicos, siempre trataron a su hijo como uno más. Rick disfrutó de la playa. También jugó al hockey con sus hermanos, fue al colegio público y hasta a la universidad, donde se graduó en educación especial. Ahora ejerce de profesor. También está casado y vive en su propio apartamento, del que se escapa de vez en cuando para correr junto a su padre.
Esta es la historia de un padre que ha escalado montañas, nadado océanos y corrido hasta el fin del mundo por su hijo.
Dick sirve y ha servido de ejemplo a muchos otros padres. Hoy aún se emociona cuando lee una carta que recibió hace unos años. “Es preciosa y siempre que puede encuentro un momento para volver a leerla”, dice sin poder contener las lágrimas cuando ve fragmentos como éste: “Me avergüenzo de mi egoísmo y de no ser como tú, Dick. Me avergüenzo de no ir a correr con mi hijo y pensar sólo en mí y en mi comodidad. Pero un día dejé de ser yo mismo y pasé a ser el padre de mi hijo.
Ahora lo empujo en su silla de ruedas mientras corremos. Ahora los dos somos felices y te lo debo a ti”. Porque el Hoyt Team no sólo es el equipo de Dick y Rick. Es el equipo de muchos padres y muchos hijos. En definitiva, de muchos héroes, aunque el propio Dick no quiera definirse con esa palabra.
“Sólo he querido darle a mi hijo la mejor vida posible, no soy ningún héroe por eso”.
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Agustín Bermejo
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