En el Hospital General de Massachusetts, vinculado a la Facultad de Medicina de Harvard, se hizo un estudio con médicos y pacientes durante una sesión de psicoterapia.
Este estudio reveló muchas teorías pero yo quiero resaltar una en concreto: LA TEORÍA DEL CEREBRO SOCIAL.
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Quiero resaltar esta teoría sobre la compenetración y coordinación de acciones entre los participantes en un equipo en una empresa o en cualquier tipo de conjunto de componentes.
Todos sabemos que un equipo de trabajo funciona mejor cuando hay compenetración entre sus componentes. Este estudio reflejó cómo es la fisiología de la compenetración o rapport, un estado que se caracteriza por tres ingredientes.
1. Atención Absoluta
Los componentes del equipo tienen que estar completamente pendientes los unos de los otros y dejar de lado todas las distracciones. La atención debe ser expresamente dirigida hacia el objetivo común.
2. Sincronía no verbal
Si los miembros conectan bien realmente y se observa esa interacción sin fijarse en lo que dicen (como quien ve una película sin sonido), se apreciará que sus movimientos están casi coreografiados, como si bailaran.
3. Positividad
Es una especie de microflujo, de subidón interpersonal. En esos momentos de química interpersonal, de conexión, es cuando salen mejor las cosas, con independencia de los detalles de lo que estamos haciendo juntos. La positividad anima a seguir hacia adelante y a coordinar mejor las fuerzas.
La sobrecarga es un estado nervioso en el que la excitación emocional entorpece el funcionamiento del centro ejecutivo del cerebro. Cuando estamos sobrecargados no podemos concentrarnos ni pensar con claridad. Esto afecta emocionalmente tanto a nuestro entorno escolar como en el laboral.
Un buen rendimiento académico o profesional requiere un mismo estado, unas condiciones cerebrales ideales para alcanzar los mejores resultados. La sobrecarga nos produce ansiedad y eso nos expulsa de esa zona idónea. Necesitas estar ESTABLE para transmitir mejor las ideas y guiar hacia un objetivo.
Fue un lema empleado por el desaparecido W. Edwards Deming, gurú del control de calidad, que descubrió que el temor paralizaba el entorno laboral: los trabajadores eran reticentes a dar su opinión, a proponer nuevas ideas o a organizarse adecuadamente, y ni se planteaban mejorar la calidad de sus resultados. El mismo lema puede utilizarse en el ámbito académico: el miedo afecta a la mente y dificulta el aprendizaje.
Una ansiedad elevada reduce el espacio del que dispone la atención. Se reduce la capacidad de absorber información y por supuesto de generar ideas. Las condiciones no son apropiadas para ciertos elementos: estar al borde del pánico bloquea el aprendizaje y la creatividad.
En cambio, según Antonio Damaso, uno de los neurocientíficos más importantes del mundo, los estados de felicidad nos permiten prosperar, vivir bien y disfrutar de bienestar. En esos momentos de alegría se abren las puertas de “unas mayores capacidades de acción”. Esto es un incremento de la armonía de nuestro funcionamiento que nos da mayor poder y mayor libertad en todo lo que hacemos.
La U invertida representa la relación entre los niveles de estrés y tareas de rendimiento mental como el aprendizaje o la toma de decisiones. El estrés varía en función del desafío, reto o tarea; en la parte inferior, una escasa intensidad provoca desinterés y aburrimiento. A medida que aumenta el reto se fomenta el interés, la atención y la motivación, que en su nivel óptimo dan lugar al máximo de eficiencia cognitiva y éxito.
Si los desafíos, retos o tareas siguen aumentando y superan nuestra capacidad, todo se agrava. Se acentúa el estrés, que al llegar al extremo bloquea el rendimiento y el aprendizaje.
Como sabe, cualquier estudiante que de repente haya empezado a estudiar con más intensidad porque se acercaba el día de un examen, ha sufrido lo siguiente. Determinado grado de presión fomenta la motivación y la atención. Hasta cierto punto, la atención se incrementa con la subida de los niveles de presión. Por ejemplo, debido a la proximidad de una fecha de entrega o a un encargo difícil. Al prestar más atención, la memoria funcional ofrece una mayor eficiencia cognitiva. Con esto, se alcanza la máxima agilidad mental. Sin embargo, en el punto de inflexión que aparece justo después del estado óptimo. Justo cuando los retos empiezan a superar la capacidad, el aumento de la ansiedad empieza a limitar la eficiencia cognitiva. Las preocupaciones ocupan parte de la concentración que necesitan. Esto reduce la facultad de solucionar el problema o de asimilar nuevos conceptos.
Jefe Malo
– No presta atención, es dubitativo, es hermético, intimida, tiene mal genio, es egocéntrico, es indeciso, echa las culpas a los demás, es arrogante, desconfía.
Jefe Bueno
– Sabe escuchar, ofrece estímulos, es buen comunicador, es valiente, tiene sentido del humor, muestra empatía, es decidido, acepta su responsabilidad, es modesto, comparte la autoridad.
El departamento de recursos humanos de una gran empresa organizó un taller de un día de duración. Este estaba a cargo de un célebre experto en el campo de especialización de la compañía. Se presentaron más asistentes de los esperados. En el último momento el acto se trasladó a una sala más espaciosa, lo bastante grande para todo el mundo pero mal acondicionada. A los que estaban sentados detrás les costaba ver y oír bien al ponente.
Durante la pausa de media mañana, una mujer situada al fondo se dirigió muy decidida al director de recursos humanos. Enfadadísima, se quejó de que no alcanzaba ni a ver la pantalla en la que se proyectaba la imagen del experto ni a oír sus palabras.
Lo mejor que podía hacer el director era escuchar, demostrar empatía, reconocer su problema y decirle que haría todo lo que estuviera en mi mano para solucionarlo. Antes de que acabara la pausa se dirigió a la gente de audiovisuales para tratar al menos de que levantaran la pantalla. La mujer que se quejaba lo vio. Respecto a la mala acústica de la sala no se podía hacer gran cosa.
Al final de la jornada el director volvió hablar con la mujer y ella le dijo que no había visto ni oído mucho más que al principio, pero que se le había pasado el mal humor. Agradeció mucho que la hubiera atendido y la hubiera tratado de echar una mano.
En realidad el líder no tiene por qué estar de acuerdo con la postura o la reacción del socio o empleado, pero, con solo escuchar su punto de vista y luego disculparse en caso necesario o buscando el remedio pertinente, reduce en parte la toxicidad y resta poder destructor a las emociones negativas.
“Todos los líderes de todos los niveles harían bien en recordar que, dado que las emociones son muy contagiosas, su actuación puede servir para empeorar o mejorar las cosas”
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Un abrazo y Recuerda:
¡No tengas miedo a fallar, ten miedo a no intentarlo!
Agustín Bermejo
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